Estamos descubriendo que la ciudad, o parte de ella, se ha vuelto incívica. Se publican fotos de prostitutas ejerciendo en plena calle, de lugares de recreo de los niños en los que dormitan vagabundos, de carteristas aprovechándose de bañistas desprevenidos... Incluso se trazan mapas de prostitución en el Raval, o se identifican los lugares en los que proliferan lateros o "sin techo". Convendría quizás un mayor esfuerzo en esta labor de denuncia, sacando a la luz episodios menos visibles y truculentos. Fotos de trapicheos inmobiliarios, de pelotazos urbanísticos, de cuchicheos financieros que adelantan ganancias o advierten de pérdidas, de caseros que cobran alquileres abusivos por infraviviendas... Lamentablemente nos cebamos en lo fácil. Lo que todos sabemos. Y nuestros mapas de incivismo resultan previsibles. ¿Para cuándo el mapa de la prostitución ligada a las ferias y congresos que tanto alegran a la ciudad? ¿Para cuándo el mapa de los trabajos en precario o de la sobreexplotación laboral de los inmigrantes irregulares? ¿Dónde podemos conseguir el mapa de los apartamentos ilegales que sirven de cobijo dorado a turistas y transeúntes varios?
Tenemos un problema. La ciudad se torna crecientemente compleja y añoramos lo que también rechazamos. Queremos ser simultáneamente Helsinki y Marrakech. Queremos más autoridad y coerción normativa, pero criticamos el exceso de regulaciones, la intromisión institucional en nuestras vidas. Deberíamos reaccionar con tino. Podemos mejorar nuestros espacios públicos, implicándonos todos en su sostenibilidad social. En algunos casos es un tema de pequeños ajustes urbanísticos, en otros de facilitar o restringir accesos. Lo que no funciona es responder a la complejidad con la simple respuesta policial. Lo que tampoco servirá es estigmatizar personas, colectivos o barrios, convirtiéndolos en los chivos expiatorios de nuestras inseguridades y contradicciones, y mucho menos usándolos como aliviadero de una hipócrita doble moral. Nadie duda de lo perturbadoras que son ciertas conductas y actuaciones en calles y plazas de la ciudad, y conviene trabajar para evitar que la escalada de los desatinos aumente, pero no podemos aislar esas manifestaciones bochornosas de otras muchas que las alimentan, ayudan a que proliferen y, sobre todo, se lucran directamente o indirectamente de ellas.
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